Una de las disciplinas más ancestrales de los Juegos Olímpicos encuentra sus orígenes en Sumeria, hace cinco milenios. El paso del tiempo ha llevado a la lucha a diferenciarse en las modalidades libre y grecorromana, siendo ambas disciplinas olímpicas.
La lucha, como tantos otros deportes de combate, es una práctica que admite hombres y mujeres en su modalidad libre, y cuenta con 7 categorías de competición en función del peso del luchador.
El lugar donde miden sus fuerzas: el tapiz. Un cuadrado acolchado de 12 metros de longitud diferenciado en tres áreas: las zonas de lucha y pasividad forman dos círculos concéntricos, y la zona de protección es el área exterior. Al pisarla, los luchadores pierden un punto.
En un combate de lucha existen 3 periodos de duración separados por un descanso de 30 segundos. 6 jueces controlarán en todo momento el combate, y concederán la victoria al que realice un tocado: tirando el rival al suelo manteniendo sus hombres sobre el tapiz; o al que resulte ganador en dos de los tres periodos.
A la hora de sumar puntos es donde se aprecia la diferencia fundamental entre la lucha libre y grecorromana. En lucha libre puedes realizar técnicas agarrando a tu rival en cualquier parte de su cuerpo, mientras que en la grecorromana está prohibido agarrar por debajo de la cintura, así como propinar zancadillas, o utilizar las piernas a la hora de ejecutar una técnica.
También existen técnicas ilegales que descalificarán al luchador en caso de que sea penalizado por los jueces, como los estrangulamientos de garganta, torsiones de brazo a más de 90 grados, o atacar la columna vertebral.
Durante los Juegos Olímpicos la competición de lucha se dividirá en eliminatorias de primera y segunda ronda antes de alcanzar las rondas finales, y entrar en la lucha por las medallas.